Cierro los ojos y encuentro todo un mundo. Un mundo
maravilloso en mi mente. Puedo hasta llegar a perderme en la infinidad del
pensamiento. Soñar con lo que leo, con lo que mi alma ha encontrado. Puedo
incluso ir hasta un futuro lejano y otro más cercano. Puedo llorar, reir,
sufrir y ser feliz. La mente es increíble. Retiene sufrimientos, retiene
batallas, retiene corazones rotos y recompuestos. Retiene momentos,
felicidades, alegrías. Retiene imaginación. Retiene todo lo que ve, lo que oye,
lo que toca y lo que gusta. Retiene nombres, caras, hechos.
Hoy cerré los ojos. Miré mi entorno. Todo era como hace diez
años atrás. Vi a las mismas personas caminando en derredor, ví corazones latiendo,
y los vi como eran. Vi sus sentimientos, sus tristezas y sus alegrías. Por
primera vez lo vi así, antes.. antes solo importaban mis propias emociones.
Allí me dí cuenta de que el Tiempo con todos sus soldados, deja tras sí
batallas, unas ganadas y otras perdidas, pero a la vez nos regala experiencia, madurez,
y otra forma de ver las cosas.
Allí decidí correr una nueva carrera. Volver atrás con mi entendimiento
de hoy. Decidí revisar los hechos y no verme a mí, sino a los demás en ellos.
Fue entonces que comprendí tanto. Mi mundo se volvió transparente y tan claro
como el agua, y ya hasta algunas dobleces tenían sentido. Todo, absolutamente
todo, adquirió un porqué: una razón valedera y un gran argumento. Fue
maravilloso.
Y al volver a mi presente.. comprendí mi camino. El sendero
recto y aburrido se volvió emocionante. Sinuoso e intrincado, con subidas empinadas
y bajadas como toboganes. Hoy hay personas por todos lados, hay almas y bellos
corazones latiendo. Muchos motivos, muchas razones, miles de circunstancias.
Mi espíritu alegre recuerda al ciego al que Jesús devolvió
la vista utilizando barro, aquél que dejó de ver a los hombres como árboles, y los vió tal cual
eran: hombres: hombres y mujeres. Cada uno con un rostro, un alma, una
historia.
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